
Henry Ford, el famoso industrial del automóvil estadounidense es famoso por sus grandes logros empresariales relacionados con la popularización de sus vehículos motorizados.
Pero quizá una de las facetas menos conocidas de este personaje del siglo pasado es justamente sus derrotas.
Es una constante en la historia que todos los grandes hombres (y mujeres) que llegan al éxito normalmente han cometido grabes y sonoros fracasos antes de llegar al éxito.
Por eso mismo, dado que el fracaso es parte inherente de la vida y de la victoria final, es emocionante e importante descubrir como se afrontan los fracasos.
La forma en que afrontemos estos fracasos naturales durante nuestra vida es una de las formas más seguras de saber si llegaremos lejos o no.
Básicamente, existen dos, y solo dos, posturas ante los fracasos que nos vamos a ir encontrando a lo largo de nuestra existencia vital.
La primera forma de afrontar los fracasos es paralizando nuestra evolución. De forma negativa. Es muy fácil y pondré ejemplo para que sea más fácil entenderlo: ante el fracaso, pensamos que nos lo merecemos, que tenemos mala suerte, o que no somos suficiente buenos.
Todos esos pensamientos negativos harán un efecto tapón en nosotros, paralizando nuestra posterior evolución, y haciendo que seamos menos capaces de superar los escollos y pasar a la siguiente pantalla.
Por el contrario, la otra forma de afrontar los fracasos es la positiva, la de querer avanzar. Cuando por ejemplo tenemos un objetivo muy claro, y vamos probando diferentes formas de conseguirlo sabemos que tendremos fracasos, pero que de cada uno de ellos aprenderemos para que en la siguiente ocasión estemos más cerca de la victoria.
Henry Ford en el fondo nos está diciendo esto mismo, que cada vez que nos topamos con un fracaso, es una oportunidad de aprender sobre él y de continuar avanzando sin mayores problemas.
De hecho, en el fondo tenemos ejemplos muy habituales de esta estrategia.
Es habitual que los programas informáticos antes de su lanzamiento final tengas diferentes fases, las llamadas betas, que buscan ir limando todo aquello que sabe mal hasta la versión definitiva.
En el fondo los seres humanos podemos hacer exactamente lo mismo, podemos ir haciendo mejoras sobre nosotros mismos, y para ser más sabios y mejores debemos fracasar primero.
Las oportunidades que surgen de un fracaso, si lo analizamos bien, suelen ser muy importantes y relevantes, tanto que han sido motivo de estudio en muchas filosofías mundiales.
Muchas tradicionales culturales asiáticas dan el mismo significado a oportunidad que fracaso, porque interpretan que es lo mismo.
De la misma manera, no existen empresarios que no se hayan dado contra un muro en algún momento, haciendo mejorar sus proyectos hasta el punto de conseguir que fuera mucho mejores que el anterior.
Volviendo a Henry Ford, siempre es una buena metáfora pensar en los coches.
Seguro que sabes que cada año hay nuevas versiones y mejoras en vehículos de todas las marcas del mundo.
Dejando de lado las estrategias para vender más, la realidad es que cada coche tiene mejoras relevantes respecto al anterior, y aquellas cosas que fallaron se han intentado mejorar de forma considerable.
Por eso, lejos de hacer que cuando tenemos un fracaso en la vida, en el trabajo, en el amor, en cualquier aspecto de nuestra existencia vital, debemos afrontarlo y analizarlo de la forma adecuada para convertirlo en un nuevo impulso para llegar más lejos.
En muchas ocasiones los fracasos pueden ser dolorosos, y no conllevan un avance hacía ninguna parte, es entonces cuando debes plantearte que quizá esa oportunidad es simplemente superar la situación a nivel emocional.
No se trata solamente de conseguir más cosas, también debemos pensar que la mayoría de ovaciones superar un fracaso simplemente permite vivir con nosotros mismos de una forma menos negativa.
Ese objetivo, por pequeño que sea también puede ser suculento para nosotros, en el sentido de que no todo debe ir en la dirección de mejorar, muchas veces se trata simplemente de superar y seguir adelante.
Ford nos indica que aprendamos de cada fracaso, y así cada vez seremos más inteligentes y caeremos en menores errores en el futuro.
Quizá las nuevas oportunidades que se nos abran tras un fracaso no sean exactamente de mejora, pero ante todo está el objetivo de no ir demasiado atrás.
Una perspectiva en la línea de lo que plantea Ford, también puede ser una autoprotección contra el fracaso.
Los principales problemas del fracaso sobre las personas suelen ser que convierten a los fracasados en personas iracundas y sin orientación.
Por eso mismo, podemos llegar a pensar que lo mejor es dejar de lado estas circunstancias y centrarnos en protegernos ante los fracasos, ya que como bien sabemos, van a ser parte esencial de nuestra existencia.