
El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas. William Arthur Ward.
Nos pasamos media vida hablando de pesimismo, de positivismo, de que forma debemos encarar las situaciones que se nos van presentando durante el devenir de nuestra existencia. Pensamos que la forma en que nos tomemos esa situación determinará la forma en que podremos resolverla, y en verdad, todo ello simplemente nos hace caer en la trampa de no saber entender que la vida es una concatenación de situaciones, y que la clave verdadera es la forma en que decidimos encarar esas situaciones.
William Arthur Ward nos presenta una situación que aunque es poco probable que nos encontremos en la sociedad actual, si nos puede ayudar a ver que la vida no solamente son dos colores, si no que la variedad de colores es lo habitual, y que por tanto no debemos caer en la trampa de pensar que ante una situación que se nos presente solo hay un par de opciones.
Lo que nos viene a decir esta frase es que quizá, no se trata tanto de querer ser optimista o pesimista, más bien de buscar los ajustes necesarios para afrontar una situación y seguir adelante. Si realmente pensamos que nuestra vida está llena de situaciones, complejas y fáciles, y que estás solo necesitan de ajustes para ser sobrellevadas, seguramente podemos afrontar los diferentes retos con una actitud más sosegada y menos ansiosa.
Los ajustes de velas vitales pueden ser una herramienta para no caer en el desanimo, para tampoco caer en el optimismo más irreal. Muchas veces se trata de afrontar las situaciones con una perspectiva de eterna mejora, de ver que los problemas se pueden superar, y eso, el realismo puede ser una posibilidad bien útil.
Solo hay que adquirir una visión más positivista, que quiere decir justamente buscar las posibilidades de cada situación que se nos presente. Los orientales siempre dicen que cada crisis es una oportunidad. En el mundo occidental no se trata de que las crisis nos abran nuevas posibilidades, más bien, se trata de asumir que siempre nos vamos a encontrar ante situaciones tensas, complejas y costosas, y que por tanto, la mejor manera de sobrevivir a un mundo dónde siempre se van producir estos sucesos, es afrontarlos pensando en como solucionarlos, y poder pasar al siguiente.
Cuando mentalmente asumimos que la vida es una continua carrera de saltos, nos volvemos más eficientes y realistas en cada salto, porque lejos de pensar que jamas pasaremos esa barrera, o pensar que no vale la pena saltar la barrera porque tampoco importa demasiado, nos centramos en que movimiento realizar para hacer ese salto, y los costes en casa barrera que vayamos superando se van haciendo más pequeños, y por tanto, más eficientes.
Al final, debemos pensar que nuestro estado vital se va llenando y vaciando dependiendo de las circunstancias, y que es mejor aprovechar toda oportunidad que tengamos, para hacer que la reducción sea lo más lento posible, y rellenar lo más habitual y placentero.
Por todo ello, cuando William Arthur nos dice que debes tener ante la vida también una actitud realista, te está diciendo que afrontar los problemas sin dramas ni excesos de confianza, suele ser una de las formas más acertadas para superar el siguiente reto que te plantee la vida.
Muchos piensan que los humanos no somos capaces de afrontar las situaciones de un modo objetivo y racional, porque los seres humanos somos sentimientos. Esta visión es del todo cierto, pero no excluye que podamos siempre que sea necesario, y de vez en cuando, entrenar nuestra objetividad y realismo, para que cuando lleguemos ante un nuevo reto, tengamos las herramientas necesarias para no caer en los malos augurios.
Ante todo, si lo que estamos buscando es conseguir superar nuestros problemas, quizá una visión menos sentimental sea una buena opción, siempre y cuando asumamos que el principal reto que tenemos, es siempre conseguir que la vida no nos haga daño, y que por tanto, los sentimientos, por muy fríos que seamos, siempre van a estar allí. Esta noción tan simple, también es poderosa, ya que en el momento en el que tenemos conciencia de nuestros sentimientos, también podemos controlarlos.
No se trata de volvernos máquina, Arthur no quería eso, simplemente de saber orientar nuestro positivismo y nuestro optimismo de forma correcta, y que justamente la forma en que afrontemos nuestros retos, problemas, o capítulos vitales, sean parte de la solución, y no agraven el problema.
Así que, la recomendación de esta primera frase sería muy simple: antes de decidir si un problema tiene solución o no, date unos minutos para sacar tu lado neutral y realista de la vida, quizá de esa manera relativices aquello que no es importante de la vida, y te ayude a dar valor y contenido a todos aquellos aspectos que de buen seguro ya tienes en tu existencia, y que muchas veces no valoras. De eso, exactamente, va toda esta frase.