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Si no esperas nada de nadie, nunca estarás decepcionado. La campana de cristal de Sylvia Plath

Ya hemos hablado de ello en algunas otras frases, pero la realidad es que uno de los factores que más dolor provocan en las personas es la decepción y las falsas expectativas.

Sylvia Plath nos hace una referencia que de hecho podemos observar que es habitual a lo largo de la historia de la humanidad: que hacer las cosas esperando la aprobación de los demás siempre es un mal camino que escoger.

Son muchas las historias de hijos que se han visto frustrados porque sus exigentes padres jamás encontraron que sus actividades eran las correctas.

También hay decenas de personas que hacen verdaderas tonterías intentando la reacción de las personas de las que están enamoradas, cosa que crea relaciones totalmente toxicas.

El abanico de dolor y decepción que podemos encontrar cuando hacemos cosas esperando la aprobación de los demás es inversamente proporcional a los esfuerzos que hacemos como humanos para ser aceptados en sociedad.

Es evidente que, como buenos seres sociales, queremos realizar acciones que nos permitan sentirnos más integrados en la sociedad, en el conjunto de la inmensa tribu que se ha vuelto nuestra sociedad.

Dónde vemos de una forma más clara y dolorosa están tendencias es justamente en la edad adolescente, dónde los jóvenes buscan desesperadamente sentirse parte de algo, en el proceso natural que todos hacemos para conocernos y crear nuestra propia identidad.

Esas dinámicas, esa búsqueda de la aprobación de los demás antes que de la nuestra propia comporta grandes traumas en los colegios e institutos. Dinámicas que comportan miles de horas de psicólogos y ayuda posterior.

También experiencias que generan después remordimientos, relaciones toxicas y dinámicas que en algunos casos acompañan a lo largo de toda la vida a las personas. Pequeños traumas que se convierten en espinas que determinan el comportamiento de las personas adultas.

En el fondo, todo gira alrededor de la confianza en uno mismo, y la necesidad de la aprobación de los demás.

Aquí hay un pequeño problema, y es que hay que buscar, como en todo, la moderación y el punto de equilibrio, en el sentido que es evidente que no podemos ser seres solitarios que no nos relacionemos con el conjunto de  la sociedad, de nuestro entorno.

Por tanto, la línea que separa al huraño solitario y al dependiente de los demás es fina, y en ella es dónde debemos conseguir un eventual equilibrio que ayude a nuestra tranquilidad personal.

Con esta frase podemos hacer los esfuerzos para aquellos que dependan mucho de las opiniones de los demás.

Una de las peores cosas que podemos tener en nuestra vida son relaciones toxicas. Las relaciones toxicas son aquellas que nos hacen comportar de manera diferente a como deberíamos, y que nos convierten en personas infelices sin que nos demos cuenta.

Las amistades y las relaciones amorosas son habitualmente donde podemos encontrar estas relaciones toxicas en todo su esplendor. Aunque la familia y el trabajo también pueden ser lugares donde sufrirlas.

Sin querer entrar a fondo en este tema, la frase lo que nos indica es que debemos buscar siempre un equilibro en nuestro bienestar y confianza en uno mismo.

A veces no se trata de hacer todo para que seamos aceptados, porque justamente, ese esfuerzo extra puede ser contraproducente. Debemos entender que vivimos en sociedad, y por tanto hay convenciones sociales que debemos cumplir, aunque no nos gusten demasiado.

Es el precio que pagamos por vivir en sociedad y ser civilizados.

Pero de la misma manera, estos compromisos no deben traspasar nuestro confort y nuestra forma de entender el mundo. Una cosa es que hagamos cosas que no queremos, así es la vida en el fondo, otra muy diferente es que pongamos nuestra vida a disposición de los demás.

Existen libros especializados justamente en todos estos temas, ya que son complejos y cada caso es diferente. Pero en líneas generales, el problema siempre suele ir relacionado con la confianza en uno mismo.

Uno de los principales retos que tenemos como personas que vivimos en sociedad, es aceptar que quizá somos diversos, peculiares, y que esas tonterías que hacemos de vez en cuando, esos hobbys extraños, esas peculiaridades, no son para nada negativas, son los elementos que nos dan personalidad y nos diferencian.

Una actitud abierta y serena es la clave para jugar en la balanza y los equilibrios de vivir en sociedad a la vez de querer satisfacer nuestro ego y hacer solo aquello que nos apetezca.

No se trata de que dejes de hacer cosas en comunidad, no se trata de que solo hagas aquello que quiere la comunidad.

Muchas veces, se trata simplemente de encontrar aquellos elementos con los que nos encontramos cómodos, y que favorecen nuestra vida en sociedad, encontrando pues, el punto justo en el que podemos ser nosotros mismos, podemos hacer cosas sin esperar nada a cambio, pero a la vez interactuamos de forma sana, saludable y activa con nuestro entorno más inmediato.